27 de febrero de 2021
Transformación
En el Evangelio de esta semana, Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y los lleva a la montaña. Y allí acontece lo que ahora describimos como la transfiguración. Cuando Pedro, Santiago y Juan están en la montaña con Jesús, la sombra de una nube los cubre y escuchan una voz que dice: «Este es mi Hijo, el Amado, escúchenlo». Es interesante porque los discípulos pasaban escuchando a Jesús. Él les hablaba siempre. Él se acercaba constantemente a la gente para hablarles. Los discípulos escuchaban a Jesús diariamente, pero al igual que tú y yo, podemos ir a la iglesia y escuchar el Evangelio sin dejar que penetre en nuestras vidas. Podemos escucharlo y no dejar que penetre en nuestros corazones. Podemos escucharlo sin que produzca nada en nosotros. Y escuchar a Jesús sin que su mensaje repercuta en nosotros no es realmente escuchar a Jesús. Y quizás peor que eso, es ignorar a Jesús.
Así, el Evangelio de esta semana es una profunda invitación a escuchar a Jesús de una manera nueva, no solo parte de lo que dice, sino todo lo que dice, sin escoger a nuestro antojo lo que nos gusta, o lo que nos parece o aquello con lo que nos sentimos cómodos. No, no así, sino su obra entera, a la que llamamos los Evangelios: la vida y las enseñanzas de Jesucristo. «Este es mi hijo, el Amado, escúchenlo», es la invitación que nos hacen los Evangelios esta semana. Es fácil escuchar las cosas que nos validan. Es fácil escuchar las cosas con las que nos sentimos cómodos. Así que, quizás por donde deberíamos empezar es por escuchar las palabras de Jesús que más nos incomodan. Quizás es el momento de escuchar esas palabras de nuevo. Quizás es el momento de permitir que esas palabras reacomoden las prioridades de nuestra vida para que penetren las profundidades de nuestro corazón.